viernes, 4 de junio de 2010

¡Chúpate los dedos Perú!


Por: Suasnabar Justano, Guillermo

Nuestro arte culinario ha traspasado fronteras, nadie puede atreverse a decir que el cebiche no e s peruano ni mucho menos que el pisco es chileno. Los chupes de camarones, los piqueos, la causa, las pachamancas, los cebiches, el lomo saltado, el ají de gallina, los picarones o el suspiro a la limeña. El sabor peruano es envidiado por muchos países en todo el mundo que tras muchos intentos por copiar o imitar incluso, peor aún, apropiarse de dicho plato; es que la sazón de nuestro país cautiva a todo aquel que lo prueba por primera vez. Comer un Lomo Saltado en Lima, Trujillo, Arequipa da lo mismo, pues todo peruano o extranjero se deleita al probarlo. No escapa a la realidad, el hecho de que así como hay quienes apreciamos nuestra comida, hay otros, también quienes no la valoran. Sin embargo, nuestros platos se han vuelto de exportación, la cantidad impresionante de restaurantes en el extranjero son la explicación de la gran demanda que cada día va en aumento.

Todo este boom gastronómico tiene una historia y surge con la migración del campo a la ciudad. Las migraciones masivas a las ciudades no eran simple traslado de gente. Ellos traían consigo sus costumbres, su cultura culinaria, sus insumos que se mantuvieron por un tiempo en una suerte de marginalidad. Pasaba que hasta las altas esferas gubernamentales y sociales guardaban cierto sentimiento de inferioridad con la comida nacional. Era evidente el menosprecio por lo sabrosamente autóctono y la debilidad patológica por lo que viniera de afuera, y si era de Europa mejor[1]. Los banquetes que se servían, incluso en Palacio de Gobierno solía ser comida perteneciente al viejo continente y sus chefs; por lo general, eran suizos o franceses. Al cebiche, nuestra insignia culinaria, nadie le consideraba un plato para compartir en la mesa de la oligarquía. Salvo los mercados populares, caletas y mesas de la clase media (o lo que quedaba de ella), el plato marino era una especie culinaria a la cual se le denegó mucho tiempo el derecho de ingreso a los grandes comedores. Y si hablamos de libros que resumieran nuestro acervo gastronómico, que compendiaran las recetas de doñas, pues casi nada. Hace quince años los dedos de la mano sobraban para contar los libros de comida autóctona. No había más que una escuela de cocina y nuestra comida era una gran desconocida en el exterior.
[1] Cfr. Valderrama 2010:1
Hoy, sin embargo, la situación es totalmente distinta. Nuestra comida se sirve en aviones y trenes de lujo, se lee en las más respetadas publicaciones de comida gourmet y pasea sus aromas en festivales internacionales y programas de la televisión. La cocina está de moda en los medios de comunicación masivos peruanos. No solo se propalan programas gastronómicos en la televisión y en la radio y se hacen reportajes en revistas y diarios. El tema gastronómico aparece en todos los demás programas y la cocina esté presente en programas de viajes, cultura y entretenimiento. Pero quizá el aporte más grande de la gastronomía peruana no se refiere al aspecto económico, sino al cultural. (Valderrama 2010:9).Se ha convertido en un factor de reafirmación de nuestra identidad, de revaloración de comidas regionales y de nuestros productos agropecuarios. Todos los platos son una mezcla de sabores y culturas que se unen para deleitar a todo aquel que le provoque probar, por ello no debe dejarse de lado que en cada plato peruano que se prepare existirá detrás de él, más de quinientos años de historia.

Finalmente, platos como el cebiche, el ají de gallina, el lomo saltado y en todas las mencionadas líneas más arriba son y serán los preferidos por todos los peruanos; y debemos sentirnos orgullosos de que el paraíso gastronómico se encuentre en nuestro país. Y si hay algo en lo que los peruanos nos parezcamos es nuestro arte culinario, y eso jamás desaparecerá porque nuestra historia será imborrable.

Bibliografía:

VALDERRAMA, Mariano (2010) El boom de la cocina peruana. Lima-Perú.

Ser Peruano en el Perú

Por: Mayra Taipe

Los peruanos sabemos en realidad lo que somos en nuestro propio país? La identidad del peruano como ser humano se encuentra hoy en día muy vaga, ya que no somos capaces de definirnos como una unidad, por ejemplo, le preguntamos a un joven rubio de ojos azules, ¿Eres cholo? Y nos responderá: No lo sé, supongo que sí.
En nuestro país nos encontramos inundados de los “no se”. Esto no se refleja solo en nuestra actualidad, sino también en muchos de los ayeres, personas que han vivido en el S. XX y en este el S. XXI pueden corroborar esto; como lo plantea Nugent, “casi ningún peruano vivo en la actualidad puede decir que ha crecido y envejecido en una misma sociedad” (Cfr. Nugent 2001: 471). Dicha sociedad que ha ido evolucionando, pero así mismo ha mantenido algunas dudas de lo que significa ser o no peruano, es decir la falta de identidad.



¿Cuando se estereotipa al peruano que es lo primero que se le ocurre a una persona? Pues, el color de piel cobrizo, quizás también el cabello trinchudo y obviamente la baja estatura. Pero en realidad eso no sería un estereotipo o una descripción de lo que es la choledad? En realidad, somos un país tan multicultural que no podríamos decir fulano o mengano es peruano por cual o tal rasgo. Morote, plantea que el peruano piensa que es peruano, pero sin embargo no todo los peruanos son sus compatriotas, tampoco son sus conciudadanos, y ni siquiera todos sus paisanos. Nos dice, que no todos conocen en realidad la palabra “compatriota” y que esto provoca que no se le pueda llamar así a todos, pone de ejemplo el encuentro con una persona de la selva, un shipibo, que al no saber lo que es “compatriota” lo miraría y pensaría que es algún político que quiere simpatizarle. Por otro lado hace énfasis a una verdadera realidad que no se puede dejar pasar, la frialdad de los limeños que se horrorizarían si “un cholo patalaca” lo abrazaría diciéndole con voz emocionada y serrano acento, “queredo compatriota”. (Cfr. Morote 1992: 59)

Lo planteado por este último autor hace énfasis a la realidad que tenemos, por ejemplo, se inferioriza a una persona que tiene como lengua materna el quechua, si bien es cierto, maneja un castellano no bien hablado pero intenta acomodarse a las necesidades de una capital “perfeccionista”, que lo único que hace es excluirlo por el asentó serrano, que para mucho no es “nice”.

Por otro lado, se puede observar nuestra falta de identidad por un hecho tan simple como: observar nuestra gastronomía. ¿Sabemos lo que en realidad significa la palabra cebiche? La mayoría estoy segura que no, pero cuando se hace un reconocimiento mundial, los primeros en alzar el pecho somos los más desinformados del tema. Así mismo, ocurre lo mismo con el Pisco, que en los últimos años ha sido un tema muy polémico. Titinger hace referencia a este tema con una estrofa muy cierta “(…) Hasta que en un aviso publicitario recordó que en Chile también se tomaba pisco. <> se convirtió de pronto en un slogan nacional y el consumo del pisco aumento en casi un cien por ciento. Gracias a Chile. En contra de Chile. Al final es lo mismo: la peruanidad es sólo un acto reflejo, y una pataleta, una identidad nacional.” (Cfr. Titinger 2006: 16)



Nuestra identidad como peruanos sale a relucir cuando ganamos algún premio, cuando ganamos un partido de futbol, cuando nos dicen que nuestra gastronomía es una de las mejores del mundo, cuando decimos que todo pasado fue mejor (así no sea cierto, es lo que queremos creer). Como sociedad, aún no olvidamos viejo conflictos y a la vez no aceptamos nuestros orígenes; entonces ¿qué es lo que el peruano busca en realidad? ¿O solo cuando las cosas son positivas somos peruanos en el Perú?




BIBLIOGRAFÍA


TITINGER, Daniel (2006) Dios es Peruano. Lima: Planeta

MOROTE, Herbert (1992) Réquiem por Perú mi patria. Lima: Palao

NUGENT, Guillermo (2001) Los muchos ayeres y el instante Colectivo. Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú

jueves, 3 de junio de 2010

Mestizaje y pluriculturalidad: ¿problema u oportunidad?

Por: Melissa Freyre


El mestizaje y la pluriculturalidad son dos rasgos del pueblo peruano. Estos en ocasiones son vistos de forma negativa, no solo por la visión de quiebre entre grupos y la falta de unidad nacional, sino también, como la dominación de ciertos grupos contra otros, ya que aún en nuestros días se quiere imponer la cultura occidental y erradicar los elementos “populares” y andinos. Esta lucha entre culturas está presente desde hace siglos y deberíamos preguntarnos, ¿hasta cuándo permanecerá? Por medio de este texto, se tocará el tema del mestizaje y se presentará una forma positiva de ver nuestra pluriculturalidad.



Antonio Cornejo Polar en su texto “La cultura nacional” nos explica que el mestizaje es una realidad en la que estamos sumergidos, mientras que la ideología del mestizaje es una cuestión muy diferente. Mediante esta ideología se postula por lo general que bastaría el mestizaje para que se solucionaran los conflictos básicos del país. Esta forma de ver al mestizaje como una unión no conflictiva y como armonía entre grupos es más que nada una manera imaginaria de conciliación, mientras que en nuestra realidad social observamos que las relaciones entre grupos étnicos son de dependencia, opresión y hasta rechazo. La ideología del mestizaje comenta que es de cierta forma una visión oligárquica, poniendo como ejemplo a Chocano, el cual reconoce su doble ancestro incaico y español, pero sin embargo, expresa su ideología ligada a la burguesía, que busca representar a otras clases, pero de cierta forma las subordina para afirmar el poder de la vieja oligarquía hispanizante. Asimismo, menciona que detrás de los juicios contra lo indígena no hay ciencia, sino solamente ideología, la ideología de la clase-casta dominante (Cfr. Cornejo 1981:12).



Por otro lado, posiblemente, son muchas las personas que ven nuestra pluriculturalidad como un aspecto negativo, como una causa de nuestro atraso y de nuestros problemas. Sin embargo, si la viéramos desde otro enfoque, podríamos apreciarla como una riqueza. Por un lado, si la aceptamos nos estamos aceptando a nosotros mismos, porque como ya se mencionó somos mestizos y esto nos aliviaría en gran medida, permitiendo que vivamos en armonía, dejando de existir los oprimidos y los culpables. Asimismo, podríamos enriquecernos en gran medida y aprender de las diferentes culturas, valorando de esta forma, nuestra diversidad. Esta variedad no tiene porque significar atraso, sino desarrollo, en las industrias con los muchos productos que ofrece nuestro país de las diversas regiones, en el turismo con los hermosos y diferentes destinos de viaje, en la gastronomía con nuestras fusiones culinarias únicas, etc. En realidad, el Perú es rico en muchos sentidos, lo que falta es saber aprovecharlo.



En conclusión, el mestizaje y la pluriculturalidad son aspectos que se encuentran muy presentes en nuestro país. Estos no deberíamos verlos de forma negativa, sino, de una manera positiva, aprovechando nuestra riqueza y diversidad. Posiblemente, el camino para lograr la unión nacional sea justamente la aceptación y aprecio de nuestras diferencias, dejando de lado los prejuicios y la discriminación. ¿Porqué discriminar si al final todos somos mestizos?





Fuente:

CORNEJO POLAR, Antonio. (1981) La cultura nacional: problema y posibilidad. Lima: Lluvia editores.

La identidad nacional fragmentada como una realidad proveniente del pasado

Por Erik Lora

La sociedad peruana, particularmente la limeña, se desenvuelve en un ambiente donde la falta de identidad con la propia nación produce una serie de patrones, mencionados posteriormente, que se repiten a través de grupos marcados. La falta de identidad se genera en dos circunstancias: la diversidad y la jerarquización social proveniente de la época de la Conquista.

El Perú tiene la característica de ser un país muy variado en cuanto a geografía, esto se ve representado en las tres regiones naturales: costa, sierra y selva. Las consecuencias de esto pueden ser vistas como muy positivas si se habla de riqueza cultural y natural. Sin embargo, esto también genera un problema para que la sociedad se pueda identificar con una vertiente cultural común. (Cfr. Arróspide de la Flor 1979: 429-430)

Históricamente hablando, la ausencia del concepto de identidad empieza a construirse con la aparición de los españoles en tierras sudamericanas con ideas totalmente distintas a las de los habitantes nativos del Perú, generando de este modo la exclusión de dos grupos. En primera instancia, el incanato se caracterizó por su organización política. Esta se regía por una serie de normas sociales en las que se incluía a toda la sociedad, es decir, a los diferentes grupos sociales que existían. Sin embargo, en la época de la conquista, el Tahuantinsuyo se encontraba desestructurado y expuesto a una ruptura. (Cfr. Arróspide de la Flor 1979: 431-433,441). Es por esto que, esta organización que permitió en un principio la unión de estos grupos sociales, no resistió a la conquista de los españoles, y generó perspectivas ideológico y políticas distintas entre la organización colonial y la sociedad andina. Es así como se produjeron las contraposiciones de estos dos grupos sociales que difieren tanto económica, cultural y racialmente. (Cfr. Montero 1995: 17-19)

De esta forma, la diferencia de grupos sociales nació cuando la sociedad colonial trataba a cada individuo según el mundo social del que venía. En otras palabras, la pureza racial y social se convirtió en algo muy importante para los españoles. Cabe resaltar que este pensamiento no se formó en la colonia. El conflicto que se conoce con relación a personas de diferentes culturas, religiones y lenguas había empezado con la “limpieza de sangre” primero en órdenes religiosas y luego en el órden político en España. (Cfr. Manrique 1996: 25,26). De esta forma, cuando los españoles llegaron a América, ya tenían una visión racista que iría a afectar directamente a los indios del lugar. Esta es la “herencia colonial” que generó la estratificación social que aún existe en la actualidad.

La dificultad de definir una identidad sólida radica en los problemasque actualmente rodean a los peruanos: la pobreza, el clasismo, el racismo y la violencia. (Cfr. Montero 1995: 17-19). Estos problemas tienen otro punto en común: la idea del pesimismo. La persistencia y naturalidad del derrotismo es una vivencia colectiva vigente en la realidad social peruana que engrava la situación.

“Las condenas del pasado y los azares del presente son presentados como una “naturaleza humana”; son las maneras que tenemos para reconocernos o rechazarnos en los laberintos de nuestro espacio social. La desgracia criolla básicamente consiste en esto: la necesidad de mantener una discriminación a partir de un elemento “no criollo””. (Nugent 1992: 82)

Es de esta manera como el pesimismo produce que la jerarquización de clases sociales y de razas aún se mantengan. Además, esta desigualdad crea una especie de ventaja y de dominio para el que es más fuerte. Un ejemplo de esto ha sido el movimiento de Sendero Luminoso en el que destaca el valor persuasivo de la crueldad como elemento disciplinario.

Por otro lado, a pesar de la idea de modernidad como un ideal por la eliminación de todo tipo de exlusión y falta de reconocimiento expuesto en párrafos anteriores, la realidad supone la existencia de personas con un puesto de trabajo particular y por lo tanto con una clase social particular a la cual pertenecer como seña de identidad. De este modo si una persona es violenta, representará esta violencia como una característica de su grupo social que será manifestada contra los miembros de otras clases sociales. (Cfr. Nugent 1992: 73, 74). Es así como estos problemas de clasismo y racismo, están enlazados con el problema de la violencia y forman una cadena causal en la que generan aún más discriminación y violencia.

En conclusión, la falta de una identidad sólida radica en puntos diferentes en la Historia Peruana desde la época de la Conquista. Sin embargo, uno de los planes de desarrollo de un gobierno es el de la modernidad no sólo material, sino cultural y esta consiste en el reconocimiento de todas las personas pertenecientes a diferentes grupos sociales, eliminando de este modo cualquier tipo de omisión y exclusión.



BIBLIOGRAFÍA

MONTERO, Víctor (1995) Psicología e Identidad Nacional. Lima: Tetis Graf

MANRIQUE, Nelson y TRELLES, Efraín (1996) Conquista y Orden Colonial. Lima: SUR Casa de Estudios del Socialismo: Derrama Magisterial.

NUGENT, José Guillermo (1992) El laberindo de la choledad. Lima: Fundación Friedrich Ebert.

ARROSPIDE DE LA FLOR, César (1979) Perú: Identidad Nacional. Lima: Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación.

La Identidad nacional, Qué opinan los estudiantes

En esta encuesta usamos como muestra 40 estudiantes universitarios de diferentes carreras para comprender que piensan ellos sobre la identidad nacional.





En las encuestas realizadas pudimos apreciar que la mayoría de personas opinan que nuestra identidad está en proceso (40%) y el 32,5% de encuestados piensa que es imposible que logremos una identidad. También, se aprecian respuestas que se contraponen, ya que ciertas personas consideran que la identidad peruana no existe (30%), mientras que otros creen que es una realidad (30%). Asimismo, el 32,5% de estudiantes opinó que se sienten más que nada identificados con la gastronomía peruana, siguiéndole con un 30% la identificación con Cuzco. Por otro lado, se observó que en su gran mayoría los jóvenes sienten impotencia y conformismo cuando piensan en nuestro pasado histórico. Cuando se les preguntó con que consideran que se relaciona más la palabra “cholo”, un 25% respondió que el trabajador y 25% el vivo.
Por lo tanto, se pueden apreciar ideas diversas y en ocasiones opuestas, más que nada con el tema de la identidad nacional, mostrando cierta confusión sobre quiénes somos y en qué parte del camino estamos.